Wednesday, 22 September 2010

HOMO ANÓNIMO (o de la identidad en la maleza)

Agosto 2010
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La naturaleza del anónimo es de dos clases: la ilustrada (constructiva, valiente, clarividente) y la cateta (destructiva, cobarde, adnegada).

Prácticamente todos los anónimos comparten gesto, el gesto del miedo, el miedo a ser recriminado o perseguido. O el miedo de ser ellos mismos. Pero también es un escudo bajo el que se cubren personas ruínes que quieren hacer daño y dar tontas preocupaciones. Cruzaré los dedos, por que temo declarar la suerte que tengo de no haberme cruzado con demasiados anónimos. Un verdadera suerte andándome por estos medios "ciberméticos". Es más, tengo que agradecer de algún modo la suerte de haber tenido como comentalistas unos anónimos espléndidos. Va por ellos y por los otros que andan entre la maleza.

Empezaré por los de burda inspiración. Esta especie se nutre de chivatos, alcahuetes, aguafiestas y demás fauna que entienden la sociabilidad como un quisme o un cotilleo. De cacareo continuo y cotorreo persistente. Abundan, no será difícil identificarlos. Por bien que huelan, en seguida apestan. Su catadura moral es mezquina. Este anónimo suele utilizar otros nombres, se oculta burlescamente mostrando su cara más descarada. Muestra su mal en forma de diversión. Esto es perversidad.

El Anónimo (con mayúsculas) es, normalmente, una especie humana de criterio elevado, una voz lírica y soberana que ha renunciado a su identidad para concentrar en su mensaje la atención debida. Esta clase de anónimo ilustrado se subdivide al menos en dos clases a destacar:

Anónimo García es otra clase de anónimo, una sombra con apellido que tampoco indica gran cosa, pero que al menos informa mínimamente. Esta singular especie sigue disfrutando de la comodidad y la seguridad del anonimato, no para malmeter o criticar por criticar, sino para delatar crímenes e injusticias.

Luego estaría Don Anónimo, quien es una personalidad influyente, todo un gentil caballero, o una dama ilustrada. Su rostro brancusiano no deja de sonreir. Lo que dice lo suele decir certeramente, es una opinión despersonificada que, por valiente y arriesgada, debe cuidarse de ser identificada.

En cuanto a mí respecta eso de tirar la piedra y esconder la mano no va conmigo. Por el contrario, me dedico a recoger y escoger piedras; y en cuanto a la mano ..., suelo alargarla, pero no siempre, no vaya a ser que alguien quisiera arrancármela. Entonces, ¿como cogería piedras?
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Octubre, 2010

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