Marzo 2011
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En estos días de claridad y amor mi empresa toma el campo abierto y respira para todos ustedes, amantes de la belleza y la libertad. Os contaré algo más sobre La piedra dada, obviedades para mí pero que para la gran mayoría de quien lee este blog no sabe ni sospecha.
La piedra dada fue inicialmente el título del texto que presenté al registro de la propiedad intelectual con motivo de proteger a mis obras de posibles plagios. La aparente sencillez y eficacia estética de las obras que propongo pueden invitar al pobre de capacidad inventiva a copiar sin pudor alguno. Ya lo han hecho. Yo he de defender lo que he creado. Comparto con ustedes, pacientes amigos, mi creación entera, pero no puedo permitir que nadie se lucre con ello.
Yo soy pobre; muy pobre si me remito al ámbito que actualmente dicta la mayoría del devenir de los seres humanos: el económico. El empleo de la piedra dada es un síntoma de mi pobreza y el recurso más lúcido que puedo utilizar. Una razón de peso. Pero busco prosperar en un mundo que contemple la república de las artes. Aspiro a desarrollar mi inquieta imaginación, con el fin de crear belleza para mi espíritu, ese ser supremo que compartimos todos los que miramos al interior del ser.
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