30 septiembre 2011
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Inquieta la sombra; callada y oscura siempre nos acompaña. Pero es pertinente, y amable incluso, dar la espalda a la luz y abrir los brazos a la sombra. A veces la luz ciega y la sombra ilumina.
La máscara también inquieta, el gesto helado, los ojos vacíos. En su interior alguien toma nueva forma, alguien adquiere la no-identidad, no se sabe sí por demencia o por simple y llano aburrimiento. Cualquier acto puede cometer. Cualquier juego puede empezar.
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