Ficha Técnica
Título: s/t [Provisionales: "Encuadre para un muestreo íntimo" / "Habitáculo de lo invisible"
Técnica: Fotografía digital sobre papel, intervenida a mano mediante cosidos. (Hilo rojo).
Medidas: 27 x 21 cm.
Año: 2019
Precio estimado: 150 €
Autor: Carlos Medel Redondo
***
I
La soledad es un lujo menospreciado; en vano constituye el amparo único del alma. Pero, para los que dudamos tanto de la presencia del alma -como de la presencia de dios-, la soledad es un lujo sobrevalorado.
La soledad no existe para el hombre de fe, y es la soledad el motivo, la razón y el aliento de cualquier creyente. La soledad tampoco existe para el hombre postmoderno, pues en su conciencia neoburguesa los problemas inherente a nuestra sociedad representan una segunda piel que jamás nos abandona. La soledad es un hacha que te ataca y que llevas en tus manos cada vez que invocas a dios. Invocar a dios es un acto de soledad desesperada en el cual creas de la nada un amigo imaginario con cara de pocos amigos.
La soledad es una parturienta de dioses, el campo fértil donde germina una imaginación enferma creadora de blandas raíces donde asirse en la tempestad de la vida. La soledad, bien entendida, es la que escribe estas palabras sin destino. ¿Y esas palabras sin destino ni destinatario, a dónde van entonces? La soledad acoge a todas esas palabras y las archiva donde mejor pueden estar: en la biblioteca del silencio.
La soledad es un estado que no cualquiera puede manejar en su provecho. Puede ser la puerta del autoconocimiento o ser un monstruo que te devora. La soledad es una bestia amaestrada, hasta cierto punto.
La soledad no existe para el hombre de fe, y es la soledad el motivo, la razón y el aliento de cualquier creyente. La soledad tampoco existe para el hombre postmoderno, pues en su conciencia neoburguesa los problemas inherente a nuestra sociedad representan una segunda piel que jamás nos abandona. La soledad es un hacha que te ataca y que llevas en tus manos cada vez que invocas a dios. Invocar a dios es un acto de soledad desesperada en el cual creas de la nada un amigo imaginario con cara de pocos amigos.
La soledad es una parturienta de dioses, el campo fértil donde germina una imaginación enferma creadora de blandas raíces donde asirse en la tempestad de la vida. La soledad, bien entendida, es la que escribe estas palabras sin destino. ¿Y esas palabras sin destino ni destinatario, a dónde van entonces? La soledad acoge a todas esas palabras y las archiva donde mejor pueden estar: en la biblioteca del silencio.
La soledad es un estado que no cualquiera puede manejar en su provecho. Puede ser la puerta del autoconocimiento o ser un monstruo que te devora. La soledad es una bestia amaestrada, hasta cierto punto.
II
El espacio íntimo es intransferible, y en los intentos de compartirlo, hacerlo de todos, o sea público, pierde su halo de autenticidad. Es por tanto un error empeñarse en mostrar un sentimiento que únicamente nos pertenece a nosotros mismos. Debo mantener silencio y que la imagen, íntima hasta la médula, hable de sus asuntos.
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