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Sorprende ver cómo en tres meses la maleza ha ocultado parte de los rostros. A los muertos les pasa lo mismo, el tiempo engulle los cuerpos y los somete al olvido. Y sin embargo, yo seguiré recogiendo la historia de estos seres muertos que para mí siguen vivos, seguiré documentando la historia de sus transformaciones y de sus desapariciones. No han escrito nada, no han dejado rastros de vida, ni huellas en la historia. No obstante, para mí están ahí como puntos nucleares, como fuentes de energía, y por supuesto que les seguiré atendiendo, rendido a sus poderes telúricos y unidos simbólicamente. Hoy he vuelto a verles. La imagen de Milleto la he colgado pareja a la del mes pasado. El resto de su generación, casi sin excepciones, los presento aquí.
Toda creación tiene un carácter tétrico, pues en la mayoría de los casos son burdas imitaciones de vida, ficciones que emulan el pálpito del vivir, pero en realidad ni sangre ni pensamiento corren por ellos. No hay manera de justificar estas creaciones. Han nacido de mí, eso es todo. No tienen ningún deber con el mundo, ni conmigo mismo. En eso sí que nos parecemos. Las creaciones son el reflejo del creador. El inverno empieza a morderme, a enseñarme el brillo helado de sus dientes. Pero lo resisto con tranquilidad. He visto como sin querer mis seres se cubren con los mantos del otoño. La vida, en multitud de ocasiones, cubre nuestra persona bajo la espesura del tiempo, y caemos en desesperaciones múltiples y en múltiples olvidos. Los días son telones de fondo en una comedia sin gracia. Sin embargo, no me doy por vencido y aguardaré mi momento cuidando de los míos. Como decía don Fernando Pessoa, el poeta es un fingidor, y hasta ahora no llego ni a ser aprendiz. Me contento con lo dicho, cuidar de los míos y rasgar todo telón, para que esto no parezca ninguna comedia, ni tragedia, ni drama, ni función.
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