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Estamos de enhorabuena. En menos de una semana he recibido PEMs de dos lugares tan distintos como son Cádiz y Escocia. El verano eleva el número de viajes y aún me quedan amigos que se acuerdan de mi labor y que tan feliz me hacen con estos sencillos testimonios de vida y piedra.
Las PEMs de hoy pertenecen a las islas Orkney, al norte de Escocia. ¡Benditas son! No sabéis las ganas que tenía de dar cabida en el blog a monumentos megalíticos. El amigo Javi es de esa clase de amigos que lo saben con creces. Y hoy recibo este regalo brutal, delicado e ingenioso al mismo tiempo. Oh dioses, hacéis bien en permitir que este mortal añada una piedra más al círculo sagrado. Tremendo guiño del espíritu que despierta y seduce a todos los panteones, tremendo gesto que evoca al pasado y convoca al futuro en una suerte de viaje a través del tiempo. Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick intuyeron algo parecido y obtuvieron una joya titulada 2001: Odisea en el espacio.
Pero volvamos a las islas y a las costas escocesas. En las Orkney se encuentra uno de los mayores cromlech de Europa. Con ciento nueve metros de diámetro este anillo de menhires del neolítico tardío (entorno al 4000-4500 a. C.) ofrece un escenario de múltiples interpretaciones, un lugar de encuentro que podría haber servido tanto de observatorio astronómico como de espacio ritual donde celebrar festines, ceremonias o conmemoraciones de difuntos. El caso es que este anillo de monolitos es una muestra espléndida del espíritu humano en los albores de la historia que me sirve de inspiración constante. Cómo no imaginar que cada piedra erguida representaba a un miembro destacado de una comunidad humana, cómo no imaginar una asamblea después de los acontecimientos del 15M. Y cómo no imaginar una actualización del cromlech formado por monolitos que representen a los diversos pueblos del mundo (o a ideas centrales que nos afectan a todos), cómo no imaginar un órgano mundial, de raíces ancestrales y pleno de sentido estético, capaz de reconducir mediante las fuerzas y los poderes del arte nuestros cimientos éticos. En el horizonte del mar del norte los gigantes bailan en el solsticio de verano mientras uno depura la resaca del sábado noche y solo piensa en cómo deshacer el monolito que late entre sus sienes. Imaginaré una autocoronación con este cromlech, con este anillo de Brodgar que es corona, regalo de un verdadero amigo.