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En la última parte del ensayito Piedra y palabra, el autor, Antonio Molina Flores, recoge una cita más que sugerente de Félix de Azúa, que, por supuesto, voy a compartir con vosotros:
"Después de tantos años sigo con el convencimiento de que los humanos escondemos algo extremadamente poderoso y desconocido bajo el nombre y la práctica de las artes. Sólo con esa sospecha en bandolera puedo entender la presencia perfectamente viva de Homero o de Villon, de los frescos románicos y las naturalezas muertas de Chardin, de una canción anónima y de una danza renacentista entre nosotros, como si el tiempo no existiera. O mejor dicho, como si no existiera la Historia y los humanos fuéramos siempre el mismo humano, sucesivamente relatado, retratado, danzado, habitado...y vuelta a empezar y siempre el mismo retorno de lo idéntico. Esa ficción: espacar a la Historia y ser todos lo mismo en común, como el Logos de Heráclito, me parece, en efecto, inverosímil, pero quizá sea algo verdadero en el ámbito de las artes."
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Félix de Azúa: Diccionario de las Artes. Planeta, Barcelona, 1995, p.12
Bonito blog. Me ha venido a la cabeza este poema.
ReplyDeleteConversación con una piedra, de Wislawa Szymborska
Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
Quiero penetrar en tu interior,
echar un vistazo,
respirarte.
-Vete -dice la piedra-.
Estoy herméticamente cerrada.
Incluso hecha añicos,
sería añicos cerrados.
Incluso hecha polvo,
sería polvo cerrado.
Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
Vengo por mera curiosidad.
Sólo la vida permite satisfacerla.
Quisiera pasearme por tu palacio,
y luego visitar una hoja y una gota de agua.
No me queda mucho tiempo.
Mi mortalidad debería ablandarte.
-Soy de piedra –dice la piedra-
Imposible perturbar mi seriedad.
Vete,
no tengo músculos risorios.
Llamo a la puerta de una piedra.
Soy yo, déjame entrar.
Me han dicho que encierras salas enormes y vacías,
nunca vistas y bellas en vano,
mudas, donde nunca han retumbado los pasos de nadie.
Confiésalo: ni tú misma lo sabías.
-Salas enormes y vacías –dice la piedra-.
Pero no hay espacio disponible.
Bellas, quizá, pero no para el gusto
de tus limitados sentidos.
Puedes verme pero nunca catarme.
Mi superficie te da la cara,
pero mi interior te vuelve la espalda.
Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
En ti no busco refugio para la eternidad.
No soy desdichado.
Ni carezco de techo.
Mi mundo merece el regreso.
Quiero entrar y salir con las manos vacías.
La prueba de haber estado en ti
se limitará a mis palabras
en las que nadie creerá.
-No entrarás –dice la piedra-.
Te falta el sentido de la participación.
Y no existe otro sentido que pueda sustituirlo.
Incluso la vista omnividente
te resultará inútil si eres incapaz de participar.
No entrarás; ese sentido, en ti, es sólo deseo,
mero intento, vaga fantasía.
Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar mil siglos
para entrar en tus paredes.
-Si no crees en mis palabras –dice la piedra-,
acude a la hoja, que te dirá lo mismo que yo,
o a la gota de agua, que te dirá lo mismo que la hoja.
Pregunta también a un cabello de tu cabeza.
Estoy a punto de reír a carcajadas,
de reír como mi naturaleza me impide reír.
Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
-No tengo puerta –dice la piedra.
Muchas gracias, M. Avenue. No sabes lo oportuno de tu aportación. El poema lo conozco gracias al mismo ensayo que cito.¡¡¡Qué grandiosa casualidad!!! De hecho tenía pensado meterlo en otra entrada, pues tratando de piedras intento recopilar todo lo que tenga que ver con ellas, y en primer lugar antepongo lo poético de sus propiedades. Nuevamente gracias.
ReplyDeleteSaludos.