⇿⇿⇿⍏⇿⇿⇿
Como un cartel, como un eslogan, como un oráculo, como un poema en medio de un montón de chatarra. Como un haiku gitano que no respeta ni a su métrica. Como un mandamiento bíblico sobre planchas de hierro oxidadas. Como un versículo sagrado en las puertas del templo. Como un lema de ética universal, como un aforismo de Gracian.
Suavemente escrito, suavemente leído. La palabra "suavemente" resulta tan clara y educada que cualquiera diría que es poesía pura. Junto al soporte -ese viejo portón de chapa azul, tan desgastado que parece grisáceo- las palabras forman una obra singular. Una escultura que me hace pensar en las Puertas de Ishtar de Babilonia o a las mismísimas Puertas del Cielo.
Dios habita allí, pero no es blanco ni es negro. Es gitano y maneja todo el cotarro de la colonia. Paroxismo en la unión de lo rudo y lo tierno que me conduce a la perplejidad, a esa zona de incómodo conford donde te quedas de pie contemplando sin más; aunque daría dinero para que en ese momento alguien abriera la puerta y me hiciera temblar, suavemente.
Dios habita allí, pero no es blanco ni es negro. Es gitano y maneja todo el cotarro de la colonia. Paroxismo en la unión de lo rudo y lo tierno que me conduce a la perplejidad, a esa zona de incómodo conford donde te quedas de pie contemplando sin más; aunque daría dinero para que en ese momento alguien abriera la puerta y me hiciera temblar, suavemente.
No comments:
Post a Comment