Ficha Técnica
Título: "El horizonte no sabe del cielo"
Técnica: Fotografía digital sobre papel.
Medidas: 280 x 210 mm.
Año: 2017
Precio estimado: ---
Autor: Carlos Medel Redondo
*****
1
En su trajín diario iba hilvanando el territorio. Pasar el hilo de la vida por el ojo de la aguja para guiarla en el misterio. Iba bordando los caminos con su caminar huidizo. De una zona a otra, de un hito a otro, pequeñas paradas donde hurgaba a su antojo. Era tan consciente de la fugacidad y unicidad de la vida que construyó su identidad de acuerdo a ello. Y encontró el lugar perfecto.
2
Perseguir con la mirada el vuelo de las aves, sin registro de días o especies. Ellas no dejan huella en el cielo, pero la dejan en la mirada del que contempla el vuelo de las aves. No perseguir con la mirada el vuelo de las aves, es igual, ocupará el mismo espacio en tu memoria.
Revisar las cunetas con sus manos ávidas de cuerdas y de clavos. Cuando llegaba al lugar señalado intervenía con tanto afán que cualquiera diría que estaba construyendo su hogar.
Bordar sobre las heridas del paisaje.
No hay una idea clara, lo sé. Hay que lidiar con ello. No hay un dibujo consciente. No hay un desahogo abierto. No hay una propuesta. La estocada: Es puro despropósito, un camino inconsciente hacia la perdición más exacerbada. Al menos, no hay regocijo en ello, no hay autotortura -ni autocensura-, no hay romancitismo ni pragmatismo. Hay lo que hay, el extraño gozo por estar a tu bola. Sin molestar a nadie y nadie que te moleste.
3
Diríase que trenzaba los campos muertos con sencillos símbolos de vida, como si se tratara de un gran tapiz informalista. Las escombreras eran perfectas aglomeraciones (efímeras colecciones) de esqueletos objetuales con los que hacer improvisadas instalaciones. Entonces, el espíritu de las artes danzaba lleno de júbilo por aquellos desolados lugares, y pareciera ser que un atisbo de esperanza se pudiera colar sobre el horizonte. Al parecer, la esperanza siempre firma igual. Con una curva que te hace girar y no parar, con una sonrisa llena de complicidad que te hace reír y pensar en volver otro día por aquí.
4
Una reacción atmosférica dice que voy por buen camino, como un guiño del cielo que te dice que todo tu quehacer ha servido para formar este círculo en el cielo por donde entrar y salir de la tierra. Quizás un día forme un tornado que conecte directamente Las Charcas negras y el Palacio Esmeralda.
5
El azar es la maña de lo posible para dejar de serlo. Todo me indica que este velo vespertino es la rúbrica de los acontecimientos que tuvieron a cabo allí una tarde no muy lejana en el tiempo. El espíritu redimido de la tierra quemada sobre la que trabajó aquella tarde -y las siguientes- firma su fatiga con satisfacción. Y yo, pobre impostor, puedo ya descansar al haber presenciado tal maravilla.
6
Pasajes de las sagradas escrituras ignoradas por todos los tibios de espíritu como yo. Decían que en el cielo se marcaría por un instante la huella de dios, y que en ella se resume el significado de nuestro devenir. Pensadores de todos los tiempos han llegado a la misma cuestión. Y a la misma solución. Rodar, girar, como las hélices del ventilador que me alivia del sofoco de ésta ola de calor.
Ya han empezado los incendios estivales. Nunca han dejado de hacerlo. Ha llegado el tiempo donde se acumula el trabajo que espera tras las llamas y los bomberos. Sembrar símbolos de regeneración, de diálogo, de creación y recreación, de iniciación, de esperanza. Combatir las heridas con la pomada invisible del arte. Cuatro piedras bien puestas son suficientes para paliar el dolor que el fuego ha dejado latente sobre la tierra. Y la tierra necesita esas cenizas para ser tan fértil como ayer. El ciclo comienza de nuevo; eso es lo que aquí está firmado hoy en el cielo de la tarde.
7
El horizonte no sabe -ni siquiera sospecha- que él es una penumbra rectilínea, quebrada hoy por dos elementos en sus extremos: un árbol y una casa. El cielo no sabe -ni sospecha- que es un lienzo donde reina una elipse deshilachada, blanca y llena de luz. Me gustaría dibujar algo semejante sobre un papel y mostrarlo al mundo. Pero quizás la imagen ya no lo necesita porque así fue en su origen, se basta a sí misma de este modo, prístino, originario. Su difusión ya no me interesa, su función está bordada en mi mente con la suavidad que firma dios todos los días en el lienzo del cielo.